Fallece en Buenos Aires el poeta y titiritero Juan Enrique Acuña, posadeño. En su honor se instituyó el Día del Escritor Misionero. Juan Enrique Acuña nació un 15 de julio de 1915, en Posadas. Y el 13 de junio, se cumple un aniversario más de su fallecimiento, que sucedió en Buenos Aires a donde había sido derivado de urgencia. Fue Director de Cultura de la provincia de Misiones en los años 1958/59. Previamente había viajado como becario a la Universidad de Carolina, de Praga para perfeccionarse en la cátedra de Títeres, actividad a la que dedicó su vida. Pero el primer referente que tenemos de Acuña, es como co-autor del primer libro de poesía de Misiones: Triángulo (1936). A esa publicación le siguieron La ciudad sangrante (1939), El canto (1945) y El río (1950) de su autoría. Cuando alguna vez se le preguntó por qué dejó la poesía, Acuña respondió: “Nunca la dejé: ahora hago poesía con los títeres”. Y me viene a la memoria la imagen de su casa en San José de Costa Rica – donde se había radicado desde 1968 – .Una casa larga, de madera, en medio de un parque donde por la altura solía caer una tenue llovizna conocida como “pelo de gato”. Una casa cálida, con aroma a plátanos fritos con canela, donde la yerba mate tan preciada se secaba en un tirante de la chimenea (le habíamos llevado algunos paquetes, como obsequio). Y donde los títeres, creados por sus manos, podían aparecer en cualquier pared, esquina, estante. Fue el fundador del Moderno Teatro de Muñecos de Costa Rica y de la cátedra de títeres a nivel universitario, entre muchas otras actividades que figuran en su extenso currículum, entre ellas, Jurado del Premio Casa de las Américas, de Cuba. En 1987, ya jubilado, regresa a su tierra natal, para trabajar en el SIPTED (Sistema Provincial de Teleducación y Desarrollo), en la confección y puesta en escena de títeres para televisión. La muerte lo sorprende un 13 de junio de 1988. Como homenaje póstumo, la Editorial Universitaria de Misiones publica en 1998, Aproximaciones al arte de los Títeres (reeditado en Córdoba en 2013 por Ediciones Juancito y María con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro) Permanecen inéditos algunos relatos y varias obras de teatro. Recordemos que, por Ley, se establece el 13 de junio como Día del Escritor Misionero, en su homenaje. La Diputada Tiki Marchesini había presentado el proyecto en nombre de la SADEM (Sociedad Argentina de Escritores filial Misiones) por tratarse de una propuesta que sostenían los autores misioneros desde hace muchos años. En el Prólogo a la edición cordobesa de su libro sobre Títeres, expresé: “¿cómo alejar la imagen que se quedó grabada de su casa en El Coronado, de Costa Rica? Y de su figura delgada, barba blanca, ojos claros, serenos, soñadores, mientras nos mostraba su atelier? Acuña siempre fue un nombre importante en la lírica regional, pues con otros dos poetas, publicaron “Triángulo”, piedra fundamental de nuestra poesía. Así que, estrechar la mano de un vate y aproximarme al arte de los muñecos, justificaba plenamente el vuelo hasta la capital portorriqueña. Con Héctor Di Mauro, años antes, habíamos creado oficialmente la Escuela Taller Provincial de Títeres de Puerto Rico, Misiones; y yo ejercía la Dirección. Juan Enrique nos abrió las puertas, nos confesó que nunca había dejado la poesía, sino que la transfirió a los fantoches. Y tan convencido estaba de que el teatro de muñecos no era un arte menor, que hasta creó el Moderno Teatro y una cátedra a nivel universitario en Costa Rica.” Acuña confesaba que conoció el mundo titiritero, gracias a Javier Villafañe “poeta que en esa época andaba sembrando la pasión por los títeres por todo el país. Fueron los suyos los primeros que vi, y el fervor por esa forma de la maravilla prendió en mí y me estuvo trabajando en secreto durante algunos años, hasta que por fin, un día de 1944, estalló repentinamente. Yo había tenido que abandonar el año anterior mis estudios universitarios y estaba viviendo con mi familia en un yerbal, cerca de San Ignacio, Misiones. Fue entonces cuando me decidí a hacer títeres”. Su hermana era maestra y se le ocurrió que así podría ayudar a la escuela. Acuña fue el gestor de los títeres para televisión y un verdadero precursor de estas nuevas tecnologías. Sembró la semilla. No pudo ver crecer el árbol. Pero vuelvo a sus palabras: “Creo que hacer títeres no puede reducirse al mero perfeccionamiento de los medios técnicos. Un buen titiritero y un buen texto bastan, en esencia, para que toda la maravilla de los títeres se abra como una flor ante el asombro siempre nuevo de los niños”. |