Mariano Mores, pianista, compositor, director de orquesta, actor de cine, abuelo excéntrico, inmortalizó melodías que trascendieron los tiempos y, acunadas en las palabras precisas de los poetas más sentidos de la época, se convirtieron en un emblema de nuestro país.
Mariano Mores era Mariano Martínez. El apellido Mores lo adoptó de quien se convertiría en su esposa, Mirna Mores, cantante a la que conoció mientras estudiaba en la Primera Academia Argentina de Interpretación, dirigida por el poeta arrabalero Luis Rubistein.
Mirna y su hermana Margot conformaban un dúo al que sumaron a Mariano. El público los llamó «Los Mores» o «El trío Mores». En ese entonces, él era conocido como Marianito Martínez, el pianista de las hermanas Mores. Ese trío le brindó la posibilidad de poner a prueba sus primeras composiciones.
Al tiempo, Mariano y Mirna se casaron. Ella abandono la música para dedicarse a la vida hogareña, que compartieron durante más de 60 años. Mirna fue su inspiración para componer Cuartito Azul, uno de los tangos más emblemáticos de Mores y el que le abrió las puertas para integraese a una de las orquestas más reconocidas del pais: la de Francisco Canaro.
«Para estar cerca de Mirna alquilé un cuartito en Villa del Parque, en la calle Terrada al 2400. Lo pintaba con cal coloreada con el azul para lavar la ropa, un blanqueador. Así nació el título: «Cuartito azul». Fue un éxito por la música y por la letra de Mario Battistella».
Mariano Mores nació en San Telmo en febrero de 1918, época en que Carlos Gardel interpretaba Mi noche triste, sobre la melodía de Samuel Castriota y con poesía de Pascual Contursi (padre de Juan Carlos Contursi), uno de los primeros letristas de tango.
La familia Martínez era amante del tango. Cons sus padres bailarines y su abuelo músico estudiar piano era un destino fijo para un Marianito que, a los siete años, solo quería dedicarse a jugar a la pelota con los vecinos del barrio. El resultado de esa temprana imposición fue que el maestro de piano se negó a seguir dándole clases porque lo consideraba falto de dotes musicales.
Tres años más tarde, entre mudanzas y mudanzas, la familia llegó al barrio Flores, donde, como en todo barrio, había un almacén. La sorpresa fue que adentro de almacén había una profesora de piano. Mores, con tan solo diez años, le propuso recibir clases a cambio de pagar más caros los alimentos que su madre le mandaba a comprar. Ella aceptó, nunca le cobró y en tres años Marianito aprendió solfeo, teoría y armonía a la perfección.
En 1933, por motivos laborales, la familia Martínez viaja a la tierra de sus abuelos: España. Allí asiste al conservatorio y profundiza sus saberes. Al morir su padre regresan a Buenos Aires y Marianito adolescente, siendo el mayor de siete hermanos, debe contribuir a la económica familiar. Trabaja como pianista en el Café Vicente, ubicado en Corrientes al 900, frente al Café Germinal, cuna del tango porteño.
«Mi romance con el tango comenzó cuando tenía 14 años; viajaba en un tranvía que iba por la avenida Corrientes desde el bajo hasta Chacarita. Un día vi un cartel solicitando un pianista que tocara música internacional, que leyera a primera vista y que supiera transportar. Bajé, el patrón me tomó una prueba y me aceptó a tres pesos con cincuenta por día. Fue en 1936. Aún estaba fresco el recuerdo de la muerte de Carlos Gardel, yo casi no sabía quién era. Una vez mi padre escuchó un disco en un negocio y me dijo quién era. Las historias sobre Gardel me emocionaban y me propuse conocer lo que había hecho, sobre todo los tangos que firmó junto a Alfredo Le Pera. Esa fue realmente mi iniciación», contaba Mores al recordar sus inicios.
En 1939 cuando Ignacio Corsini grabó Cuartito azul, todo el ambiente porteño quiso saber quién era Marianito Mores. El tema fue un éxito y todas las orquestas de Buenos Aires lo interpretaban con sus diferentes cantores. El maestro Francisco Canaro lo invitó a formar parte de su orquesta por una semana con la finalidad de grabar el tema. Mariano Mores se quedo diez años.
Esos años junto a Canaro fueron moldeando su estilo personal de pianista, sus ideas de orquesta típica de aires sinfónicos y la sumatoria de instrumentos al bandoneón, violín y piano, que concretaría tiempo más tarde al conformar su propia orquesta. Entre 1939 y 1948, con la participación clave de los poetas Enrique Santos Discépolo, Cátulo Castillo, José María Contursi y Enrique Cadícamo, compuso la mayor parte de sus grandes obras: Gricel, Uno, Cristal, Adiós, Adiós Pampa mía, Sin palabras, El patio de la Morocha, En esta tarde gris, Cada vez que me recuerdes y Taquito militar, composición que en el año 2000 fue elegida por el voto popular como como la mejor milonga del siglo en un concurso organizado por la Legislatura porteña.
En 1948 Mores abandona la orquesta de Francisco Canaro e inicia su carrera solista.
También coqueteó con el cine y la televisión. Tuvo papeles protagónicos en películas como La doctora quiere tangos, junto a Mirta Legrand; Corrientes, calle de ensueños, donde además pudo tocar Cafetín de Buenos Aires; y La voz de mi ciudad.
Las décadas del ’60 y ’70 fueron fructíferas para un Mores que alternaba las grabaciones de discos, giras internacionales con su orquesta y participaciones en el cine. Su Orquesta Lírica Popular y su Sexteto Rítimico lo llevaron a recorrer el mundo. Su aceptación internacional hizo que en 1987 la Organización de Estados Americanos (OEA) le otorgase su premio Músicos Eruditos, reconocimiento que tuvo en su momento Alberto Ginastera.
Tras la joven muerte de su hijo Nito, en 1984, Mores se aferra aún más a su familia con sus proyectos musicales. Su hija Silvia, su nieto Gabriel, e incluso Mirna, quien cada tanto y desde siempre hacía fugaces apariciones en escena, compartieron conciertos junto al compositor.
Trabajador inagotable de la música, brindó sus shows despedida en el Teatro Gran Rex durante mayo del 2011. Su despedida final se produjo el 13 de abril del 2016, a sus 96 años y, cumpliendo su deseo, sus restos fueron velados en el Teatro Colón.
«Quiero participar con la juventud, yo los necesito y ellos me necesitan. Así como fue ese Sentimiento Gaucho de Francisco Canaro, que lo hizo en tiempo de tango, quiero que la juventud de mi país mame estos ejemplos para ponerlos en su música, en el rock o en donde quieran, que no se pierda la esencia de lo que nuestros mayores dejaron», le decía un Mariano Mores octogenario a Julio Marviz, en una entrevista televisiva.