En la Argentina también los café fueron un santuario, para la reuniones de amigos, novios, comerciantes, políticos, escritores, cantores, vagos, estafadores y siempre los infaltables borrachos… Los platitos y su correspondientes tazas, venían alineadas sobre largos mostradores para ser llenadas de un café de filtro a la mañana antes de entrar al trabajo, durante un intervalo de oficina, a la tarde, antes del cine, después del cine, después del almuerzo, después de la cena…. clientes saludadores, alegres, dispuestos, propineros, fieles…. ¡otros tiempos! Todo se resolvía en un café: la compra de un departamento en Mar del Plata, las vacaciones, un empleo, una negocio, un asado al mediodía del sábado. En los años setenta las primeras máquina de café, estilo «espresso italiano», hicieron furor. Se mejoran las mezclas y pequeñas plantas de café adquirieron renombre. Hasta los años noventa el “Café” mantuvo un grado de importancia en la vida del argentino. La imposición de un espejismo que duró hasta los últimos años del 2000 llamado “Globalización” con cables, computadoras y juegos electrónicos, diezmó los clientes de los cafés y los que quedaron se transformaron en tomadores de inexplicables “lagrimas”. En estos momentos difíciles para nuestro País, ni “lagrimas” nos quedan para abonar al viejo amigo “bolichero”… El lugar y la bebida están en extinción, mas no por eso, prescindiremos darles las mejores recetas de café, aunque sea para recordar sus otros tiempos: del cine, después del cine, después del almuerzo, después de la cena…. clientes saludadores, alegres, dispuestos, propineros, fieles…