Figura señera para varias generaciones de argentinos, llevó adelante un programa único en lengua castellana con su cancionero. Dejó de componer y cantar en 1978, durante la dictadura. Tenía 48 años y ya había creado un corpus de canciones que ancló en la tradición popular, reunido en discos como Canciones para mí, El país de Nomeacuerdo, Juguemos en el mundo, El sol no tiene bolsillos, Como la cigarra, El buen modo y De puño y letra. Su producción también abarcó libros como Cuentopos de Gulubú, Dailan Kifki y El diablo inglés. Murió en 2011.