Según se cuenta, María Catalina Echevarría de Vidal, una mujer rosarina, fue la encargada de confeccionarla. El izamiento fue en contra de los designios del Triunvirato, que le hizo saber su malestar. Belgrano respondió así: “La guardaré silenciosamente para enarbolarla cuando se produzca un gran triunfo de nuestras armas”. Su primer gran triunfo sería en la batalla de Tucumán, en septiembre de 1812. La bandera fue aceptada como insignia del Ejército del Norte, y no de las Provincias Unidas, por la Asamblea del Año XIII.