Esta condición es causa frecuente de angina de pecho, infarto de miocardio y muerte súbita cardíaca. A partir de mediados de la década del ’60 el tratamiento líder consistía en una cirugía invasiva de baipás. Debido a los altos costos de esta intervención y el elevado riesgo para el paciente, desde la década del ’70 se han estado buscando procedimientos alternativos. En 1977, Andreas Roland Grüntzig realizó la primera angioplastia coronaria exitosa, técnica que consiste en introducir un balón inflable al extremo de un cateter para dilatar una arteria ocluida. Este procedimiento, sin embargo mostraba una alta tasa de recurrencia en la obstrucción arterial, volviendo a formarse la placa de ateroma en aproximadamente el 50% de los pacientes.
Luego de asistir a una conferencia de Andreas Grüntzig, Palmaz comenzó a trabajar en la idea de agregar a la práctica de la angioplastia un dispositivo que permaneciera en las arterias, evitando la elevada tasa de recurrencia. Con esa idea, comenzó a probar distintos tipos de tubos rígidos expandibles, hasta lograr una red tubular conformada por una malla metálica.
En 1983 el Dr. Richard Reuter lo invita a sumarse al Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en San Antonio para continuar con el desarrollo de su invento. En 1987, en la Universidad de Friburgo de Alemania Occidental se implanta el primer stent periférico en humanos y ese mismo año se repite la experiencia en San Pablo, Brasil.
Durante el desarrollo del invento, Palmaz consigue una fuente de financiamiento poco habitual para este tipo de desarrollos: Phil Romano, un emprendedor que fundó cadenas de restaurantes como Fuddruckers y The Macaroni Grill, ofreció US$250.000 por acciones en el producto, para el que Palmaz en ese estadio se asoció con el Dr. Richard Schatz, un cardiólogo del Brooke Army Medical Center.
Los tres socios, autodenominados «The Expandable Graft Partnership» («La Sociedad del Injerto Expandible»), patentó esta tecnología en 1985 y la presentó a varias compañías incluyendo Boston Scientific y Johnson & Johnson, que finalmente licenció esta tecnología por US$10 millones más royalties. Con Johnson & Johnson apoyándolos y financiamiento adicional para su desarrollo, el stent desarrollado por Palmaz fue aprobado para su uso en arterias periféricas en 1991 y en arterias coronarias en 1994.
Esta tecnología tuvo un éxito sin precedentes, siendo utilizado en el 80% de las intervenciones coronarias percutáneas a solo cuatro años de su aprobación por parte de la FDA. La angioplastia con balón inflable con el uso de stent es en la actualidad el tratamiento más utilizado contra la aterosclerosis.