Fue Antonio Farías Sáa, portugués que quiso erigir en su estancia una capilla en honor de la Virgen y un amigo de Brasil le envió dos imágenes de la Inmaculada Concepción de María.
Ambas imágenes iban dirigidas hacia el norte del país, pero el viaje tuvo una parada a orillas del Río Luján, donde los bueyes no continuaron su marcha hasta que uno de esos cajones fue bajado de la carreta. Allí se encontraron con la imagen de una Inmaculada Concepción de 38 centímetros hecho de arcilla cocida, que quedó bajo la custodia de don Rosendo de Trigueros.