Tras más de una decena de días internado en el porteño Sanatorio Güemes, al que ingresó a causa de una neumonía, en la noche del jueves murió a los 96 años el enorme artista misionero Ramón Ayala.
Figura imprescindible y cautivante de la música argentina que logró hacerse notar desde la siempre marginada escena litoraleña, Ayala construyó una obra profusa y tan excelsa como popular que desde su inspirado empeño abrió nuevos horizontes para la cultura local.
Nacido el 10 de marzo de 1927, en Guarupá, bajo el nombre de Ramón Gumercindo Cidade, fue poeta y artista plástico y además fue inventor del ritmo del gualambao.
Hacedor de una vasta obra musical que trascendió largamente las fronteras geográficas y estilísticas del Litoral, fue autor de reconocidas piezas como «El jangadero», «El mensú», «El cosechero» y «Canto al Río Uruguay».
Esas y otras canciones viajaron gracias a versiones de Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Horacio Guarany y Liliana Herrero, por citar a artistas que se nutrieron de su talento.
En busca de explicar el personal y bello sello que portó su cancionero, Ayala dijo tiempo atrás a la agencia Télam: «Yo he abrevado mucho en la música clásica, no me quedo en el sonsonete. En el ámbito folclórico hay repeticiones que en lugar de engrandecer el género lo empequeñecen, es cuestión de los virus interiores».
A lo largo de los años 50, Ayala formó parte del trío Sanchez-Monjes-Ayala (junto a Arturo Sánchez y Amadeo Monjes) con el que recorrió una amplia variedad de canciones, de las guaraníes a las más porteñas, sin descuidar los boleros.
Hacia 1960 creó el gualambao con la idea de darle un estilo propio y único a su provincia. El gualambao está formado por dos ritmos de polca encadenados por una permanente síncopa que le confiere una fisonomía particular. Se escribe en compás de 12/8 (doce octavos), es decir que cada compás posee 12 corcheas distribuidas entre 4 tiempo.