El 6 de septiembre de 1992 falleció Roberto Grela, guitarrista y compositor de tangos.

Nació con el tango metido hasta en el apellido: “Roberto León Grela”, se llamaba. Llegó a ser, en la jerga del ambiente, “la guitarra mayor de Buenos Aires”. Muchos lo consideran eso: la mayor de las guitarras.

Hubo varios guitarristas que descollaron en la escena musical porteña, pero ninguno ha dejado en los públicos tangueros el recuerdo que dejó este maestro de las seis cuerdas, cuyo apodo perdura en el tiempo, como perduran los elogios.

Nacido en el barrio de San Telmo,  se crió en la música. Su padre (litógrafo de oficio) y su tío constituían un conjunto de guitarras: “Los Hermanos Delpaso”. Así fue como se inclinó por las cuerdas, pero por un instrumento muy especial: el mandolín. Se cuenta que fue el guitarrista Manuel Parada, quien lo alentó a abrazar el instrumento que lo acompañaría durante el resto de sus días.

Con el pucho de la vida, apretado entre los labios…

En 1929, comenzó a tocar la guitarra para ganarse la vida. Luego de hacer sus primeros acordes acompañando a cantores de discreta fama, pasa a acompañar a Antonio Maida tras su retirada de la orquesta de Juan Maglio “Pacho”. Más tarde acompañó junto a otros guitarristas, a Charlo y, hacia fines de los años 30, a Fernando Díaz.

De esta etapa data uno de sus mayores éxitos: el tango “Las cuarenta”. Contaba años más tarde: “Llegó a mis manos un papel bastante ajado, amarillo: la letra. Y a mí me gustó (…) Lo terminé en General Pico, La Pampa y se lo hice estrenar a Fernando Díaz.”  Según Ricardo García Blaya y Néstor Pinsón, Fernando Díaz “le manifiesta su preocupación por no tener en su repertorio un tango de impacto para su debut en Radio Belgrano de regreso a Buenos Aires. Grela lo sorprendió sacando de su bolsillo una letra que le había entregado Francisco Gorrindo a la que él acababa de ponerle música. Se trataba de “Las cuarenta”, que con gran éxito estrenaron en 1937.” “Con el pucho de la vida, apretado entre los labios…” rezaban los primeros versos del tango que se transformaría en un clásico.

Con Troilo y muchos más

Integró el conjunto folklórico de Abel Fleury, de quien guardó siempre un gran cariño y una enorme admiración.  El folclore, el jazz (llegó a tener su propia agrupación: los “American Fire”), la música brasileña, contaron con la guitarra de Grela.

Pero lo suyo era el tango. Aníbal Troilo lo invitó a tocar con él y así estrenaron la comedia musical “El patio de la morocha”, con guión de Cátulo Castillo. La reacción del público fue una total ovación. Había nacido el cuarteto Troilo-Grela, con el guitarrón de Edmundo Zaldívar y el contrabajo de Kicho Díaz. Esa fue la formación inicial. Los años junto a Troilo serían, según sus propias palabras, los más importantes de su vida, en el plano artístico.

En 1958 forma un cuarteto de guitarras y en 1965 se une a Leopoldo Federico en lo que llamaron el “Cuarteto San Telmo”.

A lo largo de su carrera fue acompañante de numerosos cantores y cancionistas de indiscutible prestigio: Edmundo Rivero, Nelly Omar, Alberto Marino, Agustín Irusta, Tito Reyes, Héctor Mauré, Alberto Podestá, Jorge Vidal, entre otros.

Algunos aprecian más al Grela acompañante, otros se deleitan con el solista.  “El que acompaña se tiene que despojar del YO. Y eso es muy difícil para el músico”, dijo una vez, en una entrevista con Antonio Carrizo.

En 1980 integró la orquesta estable del canal once de televisión, dirigida por Osvaldo Requena.

El tamaño de su guitarra

No fue un compositor prolífico, pero  dejó títulos valiosísimos tales como “Viejo baldío” (con letra de Víctor Lamanna), “Callejón” (letra de Héctor Marcó) y el célebre “A San Telmo” (en colaboración con Héctor Ayala).

Fue uno de los “orejeros” ilustres, de los “autodidactas” más granados que ha dado el tango. No tuvo una formación musical sólida como sí la tuvieron algunos de sus colegas más reconocidos. Pero tuvo por principal escuela el contacto con gigantes y una delicada sensibilidad para ejecutar el instrumento.

El historiador del tango Héctor Ángel Benedetti, en conversación con este periódico señalaba: “Fue, en opinión de la mayoría, y también en la mía propia, el mejor guitarrista que tuvo el tango. En boca de muchos, esta consideración suele aparecer sin siquiera haber escuchado sus discos, como si fuera la repetición de una muletilla; sin embargo, Grela realmente fue extraordinario: aún careciendo de conocimientos teóricos y sin demasiado virtuosismo técnico, logró obtener de su instrumento el punto preciso para sobresalir siendo solista y también lucirse cuando le tocaba ser acompañante”

“Artista de sensibilidad exquisita y rara capacidad musical, asimiló a su instrumento el fraseo brillante y ligado de la tradición bandoneonística” señala Horacio Ferrer sobre la guitarra de Grela.

En una ocasión, contaba el reconocido guitarrista Nicolás “Colacho” Brizuela, en conversación con el autor de estas líneas: “De Roberto Grela hay tantas cosas lindas para hablar…  Era un grande. Es la guitarra del tango con las nuevas formas que todavía siguen tocando los músicos. Yo personalmente nunca vi tocar la guitarra tan lindo y tan creativo como él. Tengo los mejores recuerdos.” Y confiesa una preferencia: “Tocando solo, era mejor.   Escuchen su forma de manejar la armonía.”

Roberto Grela falleció el 6 de septiembre de 1992, dejando un nombre, una escuela, y un apodo que siempre nos recordará el tamaño de su guitarra.

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